Todos los días, en cualquiera de los medios nuevos o antiguos de
comunicación, vemos quejas por esto o por lo otro.
La queja se ha convertido en una forma de vida para muchos.
Los políticos de un partido se quejan de lo que hacen los del
otro, sin valorar para nada si lo que están haciendo podría ser bueno: “Siempre
se equivocan” es su queja por sistema.
La “ciudadanía” se queja de su situación por inercia. Hay
personas en mi Facebook -que voy eliminando- que desde que se levantan, todo
son quejas, al gobierno unos y a la oposición, otros.
Todo el mundo lo “hace mal”, “todo está mal”. Pero mi pregunta
es ¿usted, aparte de quejarse, qué hace? ¿Cuáles son sus acciones?
Si usted convoca una reunión de formación para empresarios,
donde podrán escuchar testimonios que puedan ayudarles a cambiar su situación,
siendo optimistas, puede que asistan cincuenta (siempre que no coincida con la
siesta o con un partido de fútbol). Después estarán deseando llegar a sus
empresas y aplicar lo allí aprendido.
Si usted hiciera una reunión para “quejarnos” de la situación
económica, asistirán miles, que estarán deseando llegar a sus casas para
comentarles a sus familiares la cantidad de gente que se “quejaba”, y así
justificar lo mal que está todo.
Desde la “queja” nunca encontrará la solución. Es más, desde la
“queja“ sólo encontrará desesperación y frustración.
¿Quejarse es bueno? Seguramente que relaja. Pero no actúa sobre
usted en positivo.
No olvide que nuestra conversación configura en mucho nuestro
resultado. De qué habla y con quién habla, marcará la diferencia de sus
resultados.
Menos quejarse y más acción.
Para mí la “queja sistemática” es sólo para mediocres, que ante
la imposibilidad de dar soluciones, crear iniciativas y ayudar a los demás en
su camino, han aprendido que, a través de la queja, obtienen un protagonismo
que son incapaces de conseguir por otros medios.
Miguel Alemany